Mi Mejor Adoración
Varios años atrás, mi mejor adoración estaba basada en cuán preparado para el ensayo del jueves en la noche pudiese estar. Aunque soy fiel creyente de estar preparado para un ensayo, resumía mi mejor adoración a unas cuantas horas dedicadas a mi instrumento, orar un poco antes de acostarme y, finalmente, (si me acordaba), leer un capítulo de la Biblia al día. Ingenuamente creía y practicaba estas acciones como mi mejor adoración para Dios. A pesar de que todo esto pudiese ser visto como adoración, algo no andaba muy bien en mi relación con Dios. En otras palabras, aunque hacía las acciones descritas arriba, mi vida espiritual, mis conversaciones y pensamientos no reflejaban una relación genuina con Jesús.
Al hablar de adoración, tendemos rápidamente a pensar en lo que hacemos el domingo en nuestras iglesias. Y sí, nuestra adoración puede ser vista como una respuesta en cánticos, danza, risa, ofrendas y otras formas en las que podemos expresar nuestra adoración a Dios. Sin embargo, ¿qué nos dice la Biblia cuando hablamos de nuestra mejor adoración? Creo que todos hemos escuchado esta frase decir desde el altar: “Vamos, dale tu mejor adoración a Dios.” Quizá quien está dirigiendo sencillamente quiere animar a la congregación a expresar más efervescentemente su alabanza a Dios. Donde podemos errar es pensar que esos cortos segundos de júbilo y alabanza se traducen en nuestra mejor adoración.
La Biblia nos enseña que la adoración no puede ser únicamente vista de forma regulada y externa, sino que conlleva una completa determinación integral por parte del ser humano hacia Dios. En otras palabras, la adoración no puede ser manipulada ni manufacturada para crear un ambiente o emoción. La adoración no puede ser una lista de quehaceres donde la persona se sienta que cumplió sus deberes como cristiano. La adoración es una innata respuesta del ser humano que debe estar ligada a su corazón. Por ende, la vida misma termina funcionando como un sacrificio vivo de adoración.
¿Qué dice la Biblia acerca de dar nuestra mejor adoración? ¿Es teológicamente correcto decir que podemos entregar a Dios una mejor adoración? Quiero responder a estas dos preguntas anclándome en tres elementos críticos de la adoración de un creyente: (1) el temor del Señor, (2) el sacrificio, (3) y Jesucristo.
Antes de empezar, quiero que sepas que el siguiente ejemplo bíblico que expondré, aunque está narrado en el Antiguo Testamento, es parte de cómo Dios lidió con el corazón de hombre antes de la ley. Quiero enfocarme en Abraham. Dios le promete un hijo (Gen 15:4), y por medio de este hijo, Dios no solo bendeciría a su familia, sino al mundo entero. Unos años más tarde, el mismo Dios que le habría regalado un hijo, ahora se lo pediría devuelta.
Antes de que la ley fuera estipulada, Abraham entendió que Dios era alguien que debía ser temido. Abraham demuestra que teme a Dios al obedecerlo (Gen. 12:1-4), en su sumisión, al construir altares (Gen. 12:7) y al creerle—la cual le es contado por justo (Gen 15:6). No solamente Abraham muestra su devoción y fe delante de Dios en todas estas formas, sino que ahora se determina a ofrecer su mejor adoración al hacer el viaje para sacrificar a su propio hijo. He aquí dos de los tres elementos de un adorador. Abraham entendió que este mandato de ir a sacrificar a Isaac era uno de adoración, y así lo señala cuando dice: “Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros.” (Gen 22:5). Abraham tuvo que entender que su mejor adoración incluiría temer al Señor y sacrificar todo aquello que pudiese ocupar el lugar de Dios.
Dios no permitió que Abraham sacrificara a Isaac físicamente, pero sí, mental y espiritualmente. La mejor adoración de Abraham significó creerle a Dios sobre todas las cosas. Confiar en Él y seguir su voz, aunque hubiera sido difícil. En otras palabras, todos nosotros luchamos constantemente con nuestro Isaac. Lo tenemos en mucha estima. Nuestro Isaac puede verse como talentos, adquisiciones, sueños, posiciones, y otras cosas que estén ocupando el lugar de Dios. Abraham entendió que, una vez Isaac estuvo en el altar a punto de ser sacrificado, fue precisamente el momento donde Dios proveyó—Jehová Jireh (Gen 22:14). Cuando traigas a tu Isaac al altar, Dios verá tu corazón y proveerá lo que necesites para lo que Él te ha llamado.
Muchos siglos después, el mismo Dios que proveyó un carnero en lugar de Isaac, proveería uno para el mundo entero. Esta vez, sería el hijo de Dios. Jesucristo, el cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). Para este sacrificio no hubo un alto pues él sería llevado al matadero como oveja que enmudece (Isaías 53: 7-8). Jesús era el sacrificio que proveería salvación a la humanidad.
Abraham no sabía lo significativo que este evento de obediencia y sacrificio sería para las generaciones futuras. Es evidente que nuestra mejor adoración es una combinación del temor del Señor (Proverbios 9:10) en sacrificio vivo delante de Él (Romanos 12:1), poniendo nuestra mirada en Jesucristo, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2).
Y para ti, ¿cuál es tu mejor adoración?
Obedecerle
Ser perfume en mis actos.
Reconocerle como mi Señor y Dios..
¡Amen! Obediencia es algo primordial en nuestro caminar con el Señor.